Lo que me sorprendí
cuando desde hace unas semanas discutía el intercambio de estudiantes con algunos jovenes con 19 años no fue su entusiasmo para un nuevo estilo de
vida, sino sus preguntas sobre dinero. Había contado historias de
encuentros internacionales, aventuras locas, clases interesantes… pero ellos
solo querían saber los detalles de mi presupuesto, diciendo que con un décimo
podrían tumbarse unas semanas en una playa asiática. No creo que el intercambio estudiantil
sea solamente una vacación relajada muy larga – en cambio es una
experiencia imprescindible y vale la pena (¡y el dinero!)
En primer lugar, en
nuestro mundo moderno donde encontramos cada día noticias, personas, y
oportunidades internacionales, es indispensable que pasamos tiempo
desarrollando la capacidad de localizarnos en otros lugares y simpatizar con
forasteros. Los que pasan tiempo
estudiando en el extranjero aprenden el idioma y las costumbres del país (como
no lo hacen los turistas) y saben vivir en una manera respetuosa y adaptable
que vale otras formas de vida.
En segundo lugar,
el proceso de mudarse a otro país puede producir un choque de culturas que,
superado, provoque que el estudiante investigue a su identidad y tenga simpatía
para los inmigrantes que necesitan adaptar su vida al otro ritmo. Si él que ha
sentido añoranza por su país lo vence, sigue una persona más madura y tolerante.
En tercer lugar
el internacionalismo de jóvenes juega un papel muy importante en la prevención del
racismo. Por conocer gente del todo del mundo, y hacerse amigos con un grupo de
jóvenes internacionales los estudiantes saben que en el fondo somos seres
humanos que pueden cooperar y convivir en paz.
También ayuda al
compartimiento de ideas nuevas el intercambio. Uno debe pensar en una manera
creativa cuando encuentra desafíos, y se ve cada día que como él lo
hace no es el única manera. Además las relaciones entre académicos y
estudiantes facilita la erudición internacional.
En conclusión,
hay muchas ventajas de hacer un intercambio, aunque sea un poco más cara
que broncearse en la playa no aprendiendo nada. Naturalmente no es para los que
no quieren intentar adaptarse a otra cultura o no buscan aventuras internacionales,
pero solicitar una beca, ahorrar el dinero u trabajar mucho durante el verano puede
resultar en una experiencia inolvidable y de valor incalculable.
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