Cuando pensamos
en la palabra “choque” nos caen imágenes de encuentros violentos que afectan rapidísimo aspectos de la vida. (O de la electricidad...)
Menos común es
pensar en el “choque de culturas” o “choque cultural”, que se define como “Las
tensiones y sentimientos de malestar que resultan de tener que satisfacer las
necesidades cotidianas […] en formas a las que no se está acostumbrado.”
Este término
fue definido por psicoanalistas para explicar las fases de emociones que sienten
aquellas personas que han mudarse al extranjero. El fenómeno se realiza en varias etapas con
distintas síntomas.
Primero, cuando
alguien se va a otro país, normalmente se siente emociones positivas. Los sonidos,
los olios, el paisaje son completamente diferentes de lo que había
visto a casa, y la persona se disfruta de los éxitos pequeños como un turista.
Luego, ese periodo eufórico de “luna de miel” desaparece y se presenta una incomodidad con los
costumbres nueves. Tal vez no sean bien entendidos el idioma o la manera de
resolver conflictos, quizás el afectado no sepa disipar un malentendido. En
este caso, a esa persona le extraña la
familia y los amigos y siga no satisfecha o depresiva.
¿Qué
solucionarlo? Tratar de aprender los valores nuevos, buscar contacto con gente
que viva allí, hacer deportes e informarse sobre el choque cultural son buenas
estrategias.
Después de
poco, en la tercera etapa, el afectado reconocerá lo bueno de los
costumbres y le agradecerán la comida llena de sabores intricas, la música exótica,
la gente simpática de su holgar nuevo.
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